"Desde que se inventaron los pretextos" sentencia la sabiduría popular, con palabras duras, inflexibles. O bien, "pretextos
quiere la muerte", nos previene. Y pretextos hay muchos, siempre que se busca excusarse de algo.
Este libro está hecho de pretextos, motivos que se utilizaron para escribir, por el simple gusto de hacerlo, sin pensar
que alguien más los leería, pero con el firme deseo de alguna vez darse a conocer.
Son cuentos breves, muchas veces apenas de unas líneas. Hay pocos personajes, son escasos los lugares que se describen,
y las acciones se limitan a unos instantes; pero no por ello dejamos de reconocernos, de encontrar la calle en que vivimos
o concentrarnos en la eternidad de un momento.
Descubrimos un mundo cotidiano, donde los miedos y pequeñas hazañas son los mismos que vivimos día con día, pero al
verlos como algo ajeno nos brindan motivos para sonreír, aunque se trate del peor de los dramas sentimentales.
A pesar del humor, una constante son la tristeza, nostalgia y melancolía. Puede parecer, incluso, una colección de
cuentos tristes, donde el mundo se niega a presentar un final feliz, porque cada momento es el principio de algo nuevo, y
lo que parece el final de la historia es el inicio de una larga meditación para el lector. Hay humor, pero el recuerdo es
triste.
Los cuentos de este libro nos hablan de un mundo en el que la mayoría somos anónimos y si alguien puede recordarse
es por sus hechos más que por su nombre. Se crea la luz con la única finalidad de apagarla después. Se extasía uno en ver
la fuente, sin apurarse en beber el agua, ya medio muertos de sed. Y se burla cada cual de sí mismo, porque uno es la mejor
víctima de nuestras risas.
El autor, José Galván, suele llegar tarde a las citas y a todas las edades de la vida. A los dieciocho años lo consideraban
una joven promesa; sin embargo, al paso de los años no acaba de ser promesa y cada día es menos joven. ¿Y qué hace para intentar
remediarlo? Pretextos.
Pudo haber nacido en San Luis Potosí o en Nuevo León, pero el azar lo hizo originario del Distrito Federal. A los pocos
meses de vida llegó al estado de México, y desde los siete años de edad vive y convive en Nicolás Romero. Este municipio ha
sido esencial en su formación y desarrollo. Nicolás Romero es una presencia constante en sus cuentos, aunque no se mencione,
aunque la historia suceda en cualquier otro lugar, aunque los paisajes sean distintos.
José Galván no inventa un mundo, lo construye con fragmentos ya existentes. Une pedazos, intercala recuerdos, mezcla
a sus conocidos para formar un personaje y contar una historia ficticia. Dice lo que sabe, aunque muchas veces no sepa lo
que dice.
Para él, todo son pretextos. Este libro es una muestra. Pero sus pretextos vale la pena leerlos, no porque tengan una
moraleja o porque sean gratificantes, ni siquiera porque pudieran ser buenos. Simplemente, porque sirven para reírnos de nosotros
mismos y para olvidar por un momento la tristeza de nuestra vida.
En los últimos años, se ha dado un incesante movimiento cultural, tanto en el estado de México como en el municipio
de Nicolás Romero. El autor de este libro, a pesar de toda la actividad existente, ha
permanecido al margen. Niega rotundamente estar vinculado a cualquier movimiento pues, suele citar a Fidel Velázquez, “el
que se mueve no sale en la foto”. Que otros cuenten las anécdotas, que otros intenten hacer historia, que sean otros
los que pretendan adueñarse del movimiento cultural. Si algo diferencia a José Galván del reducido grupo de escritores de
Nicolás Romero es la inmovilidad ante el movimiento cultural.
Si pretextos es lo que nos faltaba para conocer y leer a uno de los escritores de Nicolás Romero, aquí están: Pretextos.